A partir de esta conferencia se creó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que coordina todas las acciones a nivel mundial necesarias para proteger el medio ambiente. Entre sus objetivos apareció el de aportar medios para el desarrollo de programas de información y educación en materia de medio ambiente (Alea, 2005).
Al inicio del desarrollo de este nuevo paradigma, la educación se centraba en la conservación de los recursos naturales, los elementos físico-naturales y en la protección de la flora y la fauna. Como podrá verse más adelante, esta idea de lo que había que enseñar estaba en un estado embrionario.
En este evento surge el documento conocido como “Carta de Belgrado” en donde se concibe la educación ambiental como una herramienta para formar una nueva ética mundial en la que se integre el medio ambiente con la vida humana. En este documento se establecen cuáles son las metas, los objetivos y los principios de la educación ambiental para lograr una mejor calidad de vida para las generaciones actuales y las futuras. De esta forma se establecería un proceso continuo de educación ambiental para todos los niveles educativos y con enfoque interdisciplinar; viendo los problemas a nivel mundial sin dejar de atender a diferencias locales o regionales (PNUMA, 1975)
Como conclusión de la conferencia se establecieron pautas de actuación y prioridades para el futuro (PNUMA-UNESCO, 1977). Entre otras destacamos la necesidad de Identificación de los principales problemas ambientales y acciones de la educación ambiental para contribuir a resolverlos.
Además, se aprobó la Estrategia Internacional de Acción en materia de Educación y Formación Ambiental para la década de los 90 que incluye entre otras acciones prioritarias la educación universitaria (PNUMA/UNESCO, 1987).
Poco a poco evoluciona el concepto de educación ambiental hasta llegar a un nuevo modo que será una educación ambiental que busque un desarrollo sostenible. Tanto es así que en 1983 la Asamblea General de Naciones Unidas crea la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, cuyo objetivo era establecer estrategias ambientales a largo plazo para conseguir un desarrollo económico racional en el año 2000. El resultado del trabajo de esta Comisión fue la publicación en 1987 del Informe Brundtland (Naciones Unidas, 1987). Este texto recoge por primera vez el término de “desarrollo sostenible”, definiéndolo como
“Proceso de cambio en el cual, la explotación de los recursos, la orientación de la evolución tecnológica y la modificación de las instituciones están acordes e incrementan el potencial actual y futuro para satisfacer las necesidades y aspiraciones humanas". Informe Brundtland (Naciones Unidas, 1987).
Paralelamente a la Cumbre de la Tierra se celebró el Foro Global Ciudadano (Río de Janeiro, 1992) y en él participaban organizaciones no gubernamentales. Se aprobaron 33 tratados, de los cuales uno de ellos se llamaba “Tratado de Educación Ambiental hacia Sociedades Sustentables y de Responsabilidad Global” y se incluían 16 principios de educación. Este tratado daba a la educación ambiental un papel de transformadora social, no de forma neutra y moderada como se establece en la Cumbre de la Tierra, sino política; como un proceso continuo de aprendizaje que respete todas las formas de vida (Pabón,2003).
Ese mismo año, promovido por el Ministerio de Medio Ambiente de México, se realizó el Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental (Guadalajara, 1992) donde se afirmó que:
"la educación ambiental es básica para lograr una sociedad sustentable en lo ambiental y justa en lo social, y por ello todas las personas deben de tener acceso y derecho a ella para desarrollarse equitativamente”.
En ella la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama el “Decenio de las Naciones Unidas de la Educación para el Desarrollo Sostenible" valores y prácticas del desarrollo sostenible en todos los aspectos de la educación y el aprendizaje para así afrontar los problemas tanto ambientales como sociales, económicos y culturales derivados de él. La UNESCO recomienda que cada gobierno lo implante en su sistema educativo dentro de sus posibilidades y otorga unas ayudas para que lo lleven a cabo.