En el litoral de un antiguo mar, forjada desde hace milenios, los hombres de la “porpora”, aquellos llamados Púnicos, que el mismo mar había traído, esculpieron aquí sus eternos hogares. El lugar elegido por su extrema piedad, hoy lleno de verdor por su pinar, se les apareció con su resplandeciente nitidez de blanca caliza: un área de rugosas rocas en donde excavar las sepulturas, lejana del área urbana, para que de este modo la vida de los vivos no quedase infestada por el mefítico de la muerte.;xNLx;Quien quiera seguirnos en este camino, verá, en el lugar de los modernos edificios que han redefinido el área, una única, enorme necrópolis, extendida hasta la actual calle Sonnino, en una sucesión continua de tumbas púnicas, romanas y paleocristianas: estas son huellas de las diferentes poblaciones que dominaron Cagliari, las cuales atestiguan el celo a los difuntos, exaltado, en época cristiana, por el culto a los mártires.;xNLx;Se nos aparece la Iglesia de San Saturnino, en su primitiva estructura de basílica martirial, con sus paredes de piedra nacidas por la sangre del mártir, para recordar su sacrificio: en la misma zona, la Iglesia de San Lucifero, construida sobre la tumba del santo obispo. Renacerá, adelante a sus ojos, como una sombra entre las sombras, la iglesia de San Basilio, desaparecida hace más de un siglo, en la cual respecto por los muertos y devociones por los vivos se encontraban en un único lugar.;xNLx;Y escuchará, en fin, en el aire salobre, que desde el porto llega hasta la colina, siglos de rezos por la Virgen, llevada por las ondas del mar, cuyo templo de piedra, que se hunde en la vida que fue sus raíces, domina el horizonte, en un continuo diálogo, que aún hoy mar y viento componen en la antigua ciudad de los muertos.
... Quien quiera seguirnos en este camino, verá, en el lugar de los modernos edificios que han redefinido el área, una única, enorme necrópolis, extendida hasta la actual calle Sonnino, en una sucesión continua de tumbas púnicas, romanas y paleocristianas...
Se unía al cerro, por caminos desconocidos, de diferente orientación, el que, a partir desde el siglo III. a.C., se convertiría en la necrópolis romana, extendida fuera del arrabal, hasta al menos la iglesia de San Lucifero del siglo XVII. El entierro más antiguo de la zona consistió en un mausoleo romano: la tumba monumental, en cuyo interior se guardaban varios sarcófagos y las urnas funerarias. Con el tiempo, el paisaje se fue enriqueciendo con otros mausoleos y varios otros entierros, y toda la zona apareció como una gran extensión de lápidas enterradas en espacios abiertos y construidas en mampostería, pagana y cristiana, que se oponía al olvido de la muerte, ahora borrado por el tiempo. Aquí, en el vasto cementerio romano de Cagliari, a la sombra de sus antepasados, se colocó San Saturnino, decapitado en 304 d.C. con solo 19 años, en una pequeña cripta, atribuible al ábside de la basílica martirial original descrita por el obispo de Ruspe, Fulgentius, exiliado en Cagliari en 507. Según la tradición cristiana, la tumba debía contener ampollas de la sangre del mártir: regalo de vida recibido y donación por la inmortalidad. Comenzaron las peregrinaciones hasta el lugar del entierro, y el sacrificio del mártir fue recordado levantando a Dios una iglesia que, después de muchos siglos, a pesar de la fragilidad de su piedra, nos ha sobrevivido.
fichas técnicas S02 - work in progress
... El lugar elegido por su extrema piedad, hoy lleno de verdor por su pinar, se les apareció con su resplandeciente nitidez de blanca caliza: un área de rugosas rocas en donde excavar las sepulturas, lejana del área urbana, para que de este modo la vida de los vivos no quedase infestada por el mefítico de la muerte...
En esta colina deshabitada, hecha de piedra caliza, golpeada por los vientos, el pueblo púnico excavó su necrópolis, dedicando un espacio al culto de los muertos que, aún después de 2.400 años, alberga los restos de nuestros antepasados. Antiguas sepulturas en las que encontraron eterno descanso otros restos: en diferentes lugares las huellas remotas de culturas se enlazan y se mezclan usando cubículos, nichos y surcos. Son muy pocas las cosas que nos quedan del pasado, pero son estas cosas que necesitan de tu mirada y tus pasos, para poder, aunque sea por un instante, ¡renacer!
